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miércoles, 28 de mayo de 2014

Bilbao Triathlon: mi primer 'media distancia'


Menuda tropa (foto de Julia Fernández)
Esta crónica podría empezar en el momento en el que nos metemos en la ría, pero no. En realidad debe empezar mucho antes, cuando decidí que me apuntaba a mi primer triatlón de media distancia, y que iba a ser en Bilbao. Que igual no era de los más fáciles, pero era uno al que podría ir andando desde casa, habría mucha gente del club y buen ambiente... Prueba del buen ambiente, por ejemplo, es la cena con gente del equipo. Qué risas. Y qué bien hidratados llegamos a la carrera. Y cuánta gente buena (en todos los sentidos, porque algunos andan como balas, y otros como torpedos subacuáticos).



Preparando las cosas en boxes
(foto de Julia Fernández)
No se puede decir que no hubiera entrenado, pero tampoco que hubiera seguido un plan estricto monitorizado por algún experto. Había ido combinando salidas en bici, corriendo, jornadas de natación en la piscina... Hasta me había comprado una bici de contrarreloj para usarla en triatlones sin drafting. De alguna manera, todo era parte de lo mismo: bici de crono, apuntarme a un club, probar la distancia... También me apunté a un cursillo de natación de un día que hizo que mi confianza y mi natación mejoraran bastante.

Cuatro meses de entrenamientos dan para muchos cálculos y cuentos (y cuentas) de la lechera. Al final, mi objetivo era bajar de seis horas. Entendía que era algo que entraba dentro de lo posible si nada se torcía irremediablemente. Para lograrlo, calculaba, tendría que nadar en unos 45', tardar 3 h. 15' y unas 2 horas en la media maratón. Con lo que rascase en el segundo y tercer sector, debería darme para las transiciones. Y ahora sí, después de las risas previas y fotos con los compañeros del club, nos vamos para el agua.

1.900 m. de natación por la Ría de Bilbao

En el agua, antes de salir. El retrato es
obra de Fenando Gómez
El primer sector es el que peor llevo de los triatlones, y una de las cosas que más miedo me daba de pasar a distancias más largas: que implicaban nadar más metros. Además, nadar por un circuito cuyas orillas recorro cada vez que salgo a entrenar a pie tiene su punto. La de veces que he mirado de reojo a la corriente de la ría mientras corría por el Campo Volantín o Uribitarte. Por si fuera poco, ya sabía que la distancia era mayor que esos 1.900 m. teóricos. Según Google Earth, salían 2.150 m. Serían 1.900 m. si las boyas de giro estuvieran antes del puente de La Salve o si subiéramos al Arenal por las escaleras que están junto al puente del Ayuntamiento y no las del Arenal. Pero bueno, para compensar, es verdad que el circuito de bici tenía 87 kilómetros y no 90, así que... lo uno por lo otro. Pero bueno, ya os digo que hubiese preferido 1.700 m. de agua y 93 kilómetros de bici, por ejemplo.

Lo bueno de nadar en una ría es que es muy fácil orientarse. Además, siempre tienes referencias de la orilla, y nunca tienes ese desasosiego que da el sentirse en alta mar. Van pasando los puentes, las referencias, y sientes que avanzas, que todo progresa según debe. Cuesta al principio encontrar un sitio en el que no recibir demasiados golpes, pero al cabo de cien metros o así ya estoy nadando a velocidad de crucero. Con calma, con idea de resistir. La primera referencia es pasar el puente Zubi-Zuri. Como respiro por la izquierda, veo cómo van pasando los edificios de Uribitarte. Hay que seguir avanzando hasta el Puente de La Salve, justo antes de las boyas donde debemos dar media vuelta. Todavía no soy capaz de distinguirlas porque son del mismo color que los decenas de gorros de color naranja que veo delante de mí.

En el pasillo que lleva a los boxes
Pasado el puente de La Salve veo claramente las boyas. Decido no meterme en la guerar de pasar rozando la boya. Doy la vuelta a unos dos metros de ella y me libro así de los golpes. Ahora toca deshacer el camino. La Salve - Zubizuri... Ahora el entretenimiento es seguir a alguien que lleva más o menos mi ritmo e ir viendo la orilla del Campo Volantín. Hay mucha gente animando y otros tantos curiosos desconcertados asomados a la orilla. La verdad es que debemos de ser un espectáculo. A esas alturas me ha entrado algo de aguja en el ojo derecho pero sigo viendo más o menos bien. Las gafas no han vuelto a empañarse desde que las froto con saliva.

La vuelta se hace más larga porque efectivamente es más larga. Después de pasar por donde hemos salido, todavía hay que cruzar bajo el puente del Ayuntamiento y llegar prácticamente al del Arenal. A partir del último puente, intento atisbar las boyas naranjas que marcan la escalera por la que volver a la orilla. La veo. Allí está. La verdad es que se me ha pasado volando. Apoyo el pie en el escalón y un voluntario me sujeta. En ese primer segundo que intento colocarme en posición vertical me siento desorientado. Pero es sólo un segundo. Miro el reloj. Seguro que sonrío. Marca 43'. Todo marcha según lo previsto.

44:12
Puesto 376/452 que terminaron (83/100)
43:42 de natación para 2.300 m. según el GPS
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90 kilómetros de ciclismo con 1.170 m. de desnivel

Uno de los temas de conversación recurrentes en la previa de la prueba era qué ropa ponerse una vez fuera del agua. Las previsiones anunciaban posibles lluvias y la temperatura era agradable, pero fresca, así que opté por dejar en la cesta del box varias combinaciones posibles de ropa: un chaleco, manguitos, un chubasquero fino de manga corta... La idea era elegir según la temperatura y la pinta que tuviera el cielo. Al final, mientras corría por el pasillo de moqueta que llevaba a la bici, decidí que cogería unos manguitos para los brazos y nada más.

Además, al asomarme a los boxes, vi que varios compañeros del club estaban terminando de cambiarse o saliendo del box justo en ese momento. Vamos, que no había perdido tanto tiempo. Así que, antes de darme cuenta, ya estaba subiendo la rampa que lleva del Ayuntamiento a Begoña. Estamos en marcha, sí. Comienza lo mejor.

Los primeros 18 kilómetros o así son llanos y avanzo rápidamente. Recupero algunas posiciones. Sé que es en ese terreno donde debo aprovechar el rendimiento de la cabra. Hay algo de aire fresco. El viento viene del norte. Si rola, lloverá.

La primera subida al Vivero es el examen del día. Subo con calma. A conciencia, vigilando el pulsómetro. A la mayoría de los que se me escapan cuesta arriba, los alcanzaré en la parte que desciende hacia Enekuri, donde la gente con desarrollo más corto pedalea en vacío. Me siento bien, aunque noto cosas raras en la bici: la cadena roza en todas partes (no lo entiendo, si estaba ajustada...) y, sobre todo, el sillín se mueve. Qué desastre. Al menos, para compensar, y en un momento en el que estoy animado porque me siento rápido, veo a Julia animando desde una cuneta. Qué cielo. Si ha subido para ver la parte ciclista.

En Artxanda, camino de Enekuri
(foto de Josu San José)
Es entonces cuando miro la media que llevo: alrededor de 27 km/h. Eso, teniendo en cuenta que estoy en la parte alta del circuito, quiere decir que debería de ser capaz de mantener, e incluso mejorar, esa velocidad media. Energía potencial se llamaba, ¿no? Vamos, que potencialmente puedo mejorar aún. En todo caso, sólo llevo una tercera parte del circuito, y ni rastro de Javi o de Felitxu, que como era previsible han salido del agua delante de mí, pero no sé exactamente con cuánta ventaja. De alcanzarlos, y no doy un duro por ello, será al final. Ando mejor de fondo que de potencia en la bici, así que de alcanzar a alguien, tiene que ser más adelante.

Lo más noticiable del final de la segunda vuelta es que el aire sigue soplando del norte, y en la bajada que lleva Galdakao a través de Txurdinaga la rueda delantera se mueve más de lo que me gustaría. Al final he montado 80 mm. de perfil. Bajo adelantando a gente sólo por la inercia y el peso. No es una bajada técnica en absoluto, sólo una larga rampa de pendiente media, pero con las oscilaciones del manillar, no me atrevo a bajar agarrado a los acoples. Para cuando llego al llano sigo adelantando a gente, pero muy consciente de que hay que guardar para la segunda subida al Vivero. Poco antes de comenzar alcanzo a Jon, que se queda en las primeras rampas. Me alegra encontrarlo, pues estaba medio tocado y pensaba que ni siquiera iba a presentarse en la salida. Lo que entonces no sabía es que acabaría por retirarse.

Preparándome para bajar de la bici (foto de Zigor Morentin)
La segunda subida al Vivero transcurre sin novedad, pero después de coronar el aire entra con más fuerza y paso más rápido aún por la cresta de Artxanda que en la primera vuelta. Sigo adelantando a gente, no a muchos de golpe, pues vamos ya a cuentagotas, pero la moral sigue alta. Ya en Montenegro alcanzo a Ina: no lo había visto en toda lo que llevamos de prueba.

La bajada por Enekuri tampoco tiene más misterio que dejarse caer y amortizar mi peso. Es ahí donde me doy cuenta de que no ha llovido nada en toda parte ciclista. A partir de ahí, por mí, puede llover lo que haga falta. Miro el reloj y apenas me lo creo: me voy a presentar en la segunda transición con 3h50', lo que quiere decir que tengo 2h10' para completar la prueba y bajar aún así de 6 horas, que era el objetivo inicial. Creo que eso explica la sonrisa con la que llego de nuevo al Arenal.

3:06:27
Puesto 316/452 (70/100)
3:00:25 para 86,8 kms. (28,9 km/h)
El tiempo oficial incluye la T1 (2:53) y la T2 (1:15)
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Media maratón por las orillas de la Ría

Salgo a correr convencido de que el objetivo ya está logrado, sin establecerme un ritmo ni nada parecido. Estoy contento y salgo correr. Sin más. Y el primer kilómetro lo hago por debajo de 4:15/km, y el segundo también. Dejo atrás a Ina y Mikel. Estoy eufórico. Quizás pueda alcanzar a Javi. Llego a la parte más lejana del circuito sin dificultad, alcanzando poco a poco a algunos participantes que están en mi vuelta. Cuando me fijo en la gente con la que comparto ritmo, veo que tienen más pulseras que yo (para contar las vueltas al final de cada una te entregan una pulsera de goma de colores), lo que significa que es gente que ha nadado y/o pedaleado más fuerte que yo.

En ese momento ni siquiera soy consciente de que ese ritmo es un suicidio. Total, me encuentro bien. He comido y bebido durante la bici, que se me ha hecho corta, y hay avituallamientos continuamente. Donde dan agua, aprovecho para volcarme un vaso por la espalda y así refrescarme.

En la primera vuelta a pie
(foto de Aitor Figueira)
La alegría dura hasta el kilómetro siete u ocho. Ahora estoy cansado y corro alrededor de 5:00/km. Lo que no está mal, pienso. Y con el margen que he ganado desde el principio... Doy por hecho que no sólo voy a bajar de 6h., sino que muy posiblemente también de 5h45'. Me sigue satisfaciendo y sigo avanzando con la mente en blanco, pendiente del público, que anima sin parar. Veo a compañeros del club, a amigos, a colegas del trabajo. Algunos me dirán en los días posteriores que me vieron y animaron, pero que ni me di cuenta. Seguramente. En algunas zonas, sobre todo en el puente del Ayuntamiento, atravesábamos un pasillo humano. Con la piel de gallina. Me alegro de llevar gafas oscuras y visera porque por momentos estoy al borde de la lágrima. De emoción, de alegría. Y también de cansancio. Y de aguantarme las ganas de mear.

El ritmo sigue decayendo. Han pasado ya dos de las tres vueltas que tenemos que completar a pie. Decido premiarme con una parada de veinte segundos en un WC bajo el puente de Deusto. ¿Por qué no lo habré hecho antes? A partir de ahí, sólo queda resistir.

En el kilómetro 18 me entra el flato y el ritmo cae más aún. Me da igual. Podría correr ya a 6'/km. y aún así rondar las 5h40'. Miro el reloj continuamente para asegurarme de que estoy calculando bien. Me alcanzan Ina y Mikel, a los que había dejado atrás en el primer kilómetro a pie. Van a un ritmo impensable para mí. Ya queda muy poco y sólo quiero bajar de 5h40'. Es entonces cuando me doy cuenta de que el circuito no mide realmente 21 kilómetros y 97 metros. Le faltarán unos 300 m. y me alegro profundamente de ello. Me acuerdo de Phileas Fogg y el día ganado por el sentido de giro de la tierra.

Los últimos metros ya son entre una multitud que anima desde detrás de las vallas. Estarán esperando a sus amigos, familiares o compañeros, pero animan a todo el que pasa. Después del último recodo veo el reloj a lo lejos. Marca 5 horas, 37 minutos y muchos segundos, pero si acelero un poco bajo de 5h38'.

En la meta está Julia. Y también Gorka y Argiñe. Antes me he abrazado con Gontzal, que va como un tiro, y además de competir lo hace por motivos solidarios. No dejéis de visitar su página.

1:47:20
Puesto 335/452 (74/100)
1:47:19 para 20,8 km. (5:09 /km)
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Total
5:37:59
Puesto 332/452 (73/100)
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Algunas conclusiones

En la recta de meta
La natación se me dio razonablemente bien para mis estándares. Sin el problema de la orientación -pues el circuito era muy fácil en ese sentido- no he perdido tanto tiempo como pensaba que iba a perder. Además, la distancia era mayor que la anunciada (algo que ya sabía), con lo que este razonamiento se aplica más aún. Aún así, creo que podría tomarme el agua con un poco más de, digamos, vigor. En el próximo sprint (supongo que Santurtzi) me he propuesto nadar un poco más fuerte, pues cuando acabé en Bilbao me sentía como si pudiera seguir nadando otro tanto. Y quizás para una prueba sin drafting no merezca tantísimo la pena, pero sí para una en la que sea importante coger un buen grupo de bici.

Salí el 376 del agua y llegué a meta el 332, lo que quiere decir que recuperé 44 puestos en los dos últimos segmentos. Siempre será mejor para la moral así que no lo contrario.

Hay que repasar más la mecánica de la bici. Aún no me explico que el cambio rozara en tantos sitios (creo que estaba 'movido' por el almacenaje en casa) y que se me moviera el sillín. Los dos próximos MD son de perfil mucho más llano, lo que me permitirá amortizar aún más la bicicleta de contrarreloj. Por otra parte, el casco con visor integrado no me convence. Sí el casco, pero no el visor. Deja pasar demasiado aire a mis ojos, poco resistentes. Voy a combinarlo con gafas convencionales. En Santurtzi probamos.

Aguanté las ganas de mear durante 40 kilómetros de bici y 17 a pie, lo que es una tontería. O se aguantan toda la carrera o se para al primer síntoma. Cualquier otra opción es un error.

Pequé de optimista en el ritmo de carrera, no tanto por intentar un ritmo muy alto como por no frenarme en los primeros 5 kilómetros, en los que iba por debajo de mi mejor marca de media maratón. Para la próxima hay que trazar un plan y, lo que es tan importante como eso, seguirlo. De hecho (tengo que repasar los datos), creo que es la primera vez que proporcionalmente hago mejor puesto relativo con la bici que corriendo.




2 comentarios:

Estrella dijo...

Enhorabuena Gonzalo por este nuevo trialón,ya vas acumulando experiencia, algo que a la larga vale un montón, sigue disfrutando de este deporte, no estuve para poder animar al equipo, espero verte y animarte en el próximo. Un beso.

Pablo dijo...

Fantástica crónica, leerla ha sido como hacer el triatlón pero sin tener que entrenar nada previamente.

Hasta me han dado ganas de ir al baño en el km 17 !!!