Instagram

lunes, 25 de noviembre de 2013

Mi primer maratón: San Sebastián 2013

Julia se había inscrito
en la carrera de 10 km.
La semana anterior a la carrera el invierno parecía haberse instalado para siempre en la cornisa cantábrica, y todo apuntaba a que nos íbamos a mojar de lo lindo mientras corríamos por las calles de San Sebastián. Tendría que ser la ilusión del debut la que compensara las temperaturas, en torno a los 5-7º, que se preveían para la mañana del domingo.




La primera de las dudas, por tanto, era la de qué ropa llevar. En un momento de crisis había llegado a comprarme un par de camisetas térmicas finas por si al final decidía no ir en camiseta de tirantes. Tenía todas las combinaciones posibles en la cabeza: que si pañuelo al cuello, que si manguitos con camiseta de tirantes, ¿guantes?…

Encuentra a Wally con ayuda
El caso es que ya estoy en la línea de salida, en tirantes pero con guantes, decidido a seguir la liebre de 3.45 h. Es una marca que debería ser capaz de cumplir, y si veo que no puedo ir a su ritmo, por lo menos me dejaría, avanzada la carrera, con posibilidades de, al menos, bajar de cuatro horas. Además parece que aunque llovizne a ratos, al menos no está diluviando en la salida.

En el momento de salir, en la Avenida de Madrid, me coloco a unos diez metros de la pancarta de la liebre de 3.45, desde donde puedo controlarla en la distancia. Últimos ánimos de Julia y ¡salimos! Los primeros metros busco ritmo al abrigo de la gente, preocupado por no tropezar en la marabunta. Vamos rapidillo, o eso me parece.

Cuando tengo espacio despejado a lo lejos, y después de hacer los dos primeros kilómetros, veo de nuevo el cartel de la liebre. Pero se va alejando. Mi miopía no me permite confirmar si es el de 3.30 o el de 3.45. Por momentos pienso que es la referencia para tres horas y media, porque se va alejando poco a poco. Pregunto a uno que corre a mi lado y me dice que es el de 3.45. Decido ir recuperando terreno poco a poco para ponerme cerca de él.

A la altura del kilómetro diez estoy ya pegado a la liebre, pero pasamos por debajo de los cincuenta minutos. Sigo pensando que es ir demasiado rápido para hacer 3.45, pero ya que estamos aquí. Y en esas la bicicleta-liebre mira su reloj y decide apartarse a la cuneta. Ya me parecía a mí. ¿Y ahora? Habrá que seguir. Si el esfuerzo de ir a este ritmo me va a terminar por pasar factura, mejor no desperdiciarlo frenando ahora.

Con Esteban y Lorena en el
segundo paso por La Concha
A la altura del kilómetro quince las compañías se estabilizan, y ya rodamos más o menos los mismos. Me uno a un hombre, Esteban y una chica, Lorena, y les pregunto si saben dónde está la liebre de 3.45. Creo saber que la hemos dejado atrás, pero por charlar y confirmarlo no pasa nada. Me dicen que van a intentar bajar de 3.45, y que con ese ritmo llevamos unos cinco minutos o más de margen. Me parece un plan estupendo y me quedo con ellos. Además, Esteban parece experimentado y seguro que me viene bien despreocuparme de marcar un ritmo durante algún tiempo.

Los kilómetros pasan y mantenemos un ritmo más o menos estable hasta el kilómetro 30 o 32. Estamos en la zona más alejada y desangelada de la carrera, en Portuetxe. Lorena y yo no tardamos en ser capaces de seguir el ritmo de Esteban, hasta que finalmente se marcha. Durante un par más de kilómetros seguimos juntos, pero Lorena va perdiendo más fuelle aún.

Empieza lo más duro. De nuevo solo, hago cuentas mentales con el reloj. Con el ritmo que llevo, si hago a 5.41" (ritmo medio para cuatro horas) los kilómetros que me quedan, llegaré en torno a 3.40 o 3.41. La vuelta por Miraconcha se hace dura, y algunos corredores me adelantan. Me fuerzo en no ir más despacio que esos 5.41". Faltan unos cinco kilómetros, menos de media hora para terminar.

El registro en el reloj
Pero a llegar al Centro todo cambia. Y a mejor. Con los ánimos de la gente resulta imposible no acelerar. Además, te gritan y felicitan por tu nombre. Benditos dorsales con el nombre impreso. Vuelvo a coger ritmo y a hacer cuentas de nuevo. No tardo en volver a pasar a muchos de los corredores que me habían adelantado poco antes.

Y vuelvo a hacer cuentas. Necesito correr a cinco bajos para bajar ya no de 3.40, sino de 3.38. De repente me parece un tiempazo y además al alcance. La vuelta al estadio antes de entrar a la pista la hago desbocado, casi esprintando mientras miro al reloj: 3:37:44. No me lo puedo creer. Estoy más que satisfecho. Pasada la línea de meta me encuentro con Esteban. Me pregunta por Lorena. Le digo que la perdí hace ocho o diez kilómetros, pero que llegará en un par de minutos o así. Supongo.

Marijaia en meta

1 comentario:

Anónimo dijo...

Zorionak Gonzalo! Un tiempo muy bueno!
Ahora a prepararse para la siguiente.
Ibon.