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domingo, 20 de octubre de 2013

Medio maratón nocturno de Bilbao

Al día siguiente de la media maratón mis sentimientos son contradictorios. He mejorado mi marca en casi siete minutos, y he logrado cumplir el primer objetivo que me había marcado, el de bajar de 1:45. Pero lo que me hacía ilusión era bajar de 1:40, o al menos poder intentarlo, y esa es la parte que no he cumplido. Y no ha sido sólo por mí, porque durante los cinco primeros kilómetros apenas se podía correr. Era tal la densidad de corredores en una salida estrecha y ratonera que había que ir más pendiente de esquivar conos, bancos y corredores más lentos.



En la salida no estaba nada clara la diferenciación de los cajones, ni las salidas eran escalonadas tampoco. Allí cada cual entraba donde le parecía. Las consecuencias, sobre todo en la zona de Olabeaga, estaban cantadas. En su momento la organización había decidido cambiar el recorrido, apostando por eliminar la parte menos vistosa (el tramo que iba por el margen derecho de la ría) a costa de un tramo muy estrecho por el que además había que ir y volver.

¿Cómo podía haber gente corriendo a más de seis minutos el kilómetro en un supuesto cajón para bajar de 1.45? Para que os hagáis una idea, hace falta hacer 21 kilómetros a cinco kilómetros por minuto para bajar de 1.45.

El caso es que ya en marcha, pendiente del reloj y del ritmo, y también de no tropezar entre una especie de videojuego que consiste en esquivar conos, vallas caídas y corredores más rápidos que circulan en sentido contrario, soy consciente de que va a ser muy difícil. A esas alturas, para cuando nos incorporamos a la Gran Vía, pierdo ya más de un minuto y medio sobre los tiempos de pasos me marca el reloj para bajar de 1:40. Imposible.

Con todo, lo intento y acelero entre el Sagrado Corazón y el puente del Arenal (kms. 6-11). Puedo ir un poco más rápido, pese a que en ese punto se incorporan algunos corredores de la carrera pirata. En todo este tramo he conseguido recuperar apenas veinte o treinta segundos a ritmos a los que no me había planteado ir en ningún momento. Sigo a buen ritmo hasta la vuelta de San Ignacio (km. 16), pero es ahí donde me rindo a la evidencia de que efectivamente voy a bajar de 1.45, pero no de 1.40. Y me dejo llevar algo, ya resignado.

Desde este momento ya estoy oficialmente nervioso por mi primer maratón, dentro de cinco semanas. Afortunadamente, ahí el objetivo es sólo terminar. Sin más. Quizás bajar de cuatro horas, algo que se supone que está a mi alcance.

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