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miércoles, 19 de junio de 2013

Triatlón de Santurtzi: cogiendo experiencia

El reto importante de mi temporada triatlética sigue siendo el Memorial Onditz (triatlón de distancia olímpica, en San Sebastián) de finales de mes, por lo que en su momento me inscribí en la primera edición del Triatlón de Santurtzi, de distancia sprint. Me serviría para recordar lo de chapotear lejos de la piscina, acordarse del neopreno, las transiciones, todo eso con la mitad de distancia que en San Sebastián y además quince días antes.



Cartel del triatlón: no hay fotos porque fui
solo y no llevé cámara de fotos
Lo bueno de pensar en el Triatlón de San Sebastián es que apenas me dio tiempo a ponerme nervioso. Me engañé convenciéndome de que me serviría de preparación para el objetivo próximo y así me presenté en el Polideportivo de Santurtzi, que ya conocía porque es el lugar de donde parte la carrera 'De Santurce a Bilbao'. Llegué en metro, con el tiempo más o menos justo, otra buena idea para no perder la tranquilidad.

Recogí los dorsales y me di un paseo por el recinto después de dejar colocada la bici en el box. Éramos menos de doscientos, y los boxes, colocados sobre la hierba, contaban con moqueta azul en su totalidad. Se nadaba al abrigo de un espigón en una dársena del puerto de Santurtzi, en una zona de agua tranquila. Quizás demasiado remansada, pero limpieza y tranquilidad en un mismo lote son difíciles de conseguir. Ya en el agua las boyas parecían mucho más lejanas que en Bermeo. Somos más o menos la mitad que en mi debú, así que también habrá menos golpes en el agua. Al menos eso pensaba.

Fotogramas de un vídeo localizado en Youtube:
salida y un grupo llegando al muelle
Después de entrar en el agua con prisas porque los jueces nos urgían a ello para hacer sitio a las primeras chicas que estaban a punto de llegar (habían salido quince minutos antes), comprobamos que el agua no está helada, pero lo que se dice caliente, tampoco. Oficialmente está a 18 grados, con lo que el neopreno está permitido pero no es obligatorio. No creo que hubiera más de media docena de competidores sin él. Lo que sí vi fue a más de uno sin mangas. Los comentarios generalizados en el agua es que no estaba a 18 grados. La gente es friolera por definición, y más este año, es verdad, y sí la sentí menos fría que en Bermeo, también es cierto, pero tampoco tengo tanta experiencia como para comparar.
 
El circuito tiene forma más o menos triangular. Primero se nada hasta la boya más lejana en paralelo al espigón, donde se gira 90º a la izquierda para llegar a otra boya que no se ve desde la salida y, una vez allí, se vuelve junto al muelle. Incluso se pasa por debajo de alguna pasarela y se rodea algún pesquero fondeado.

En la salida busco un lugar retrasado y al abrigo de golpes. Esta vez nado con mucha más calma que en Bermeo, sin desviarme tanto. Los entrenamientos de avistamiento han servido y mantengo la técnica de nadar cinco brazadas y levantar la cabeza para corregir el rumbo y medir las distancias con las boyas. Me siento capaz de situarme en el recorrido, aunque no me libro de recibir varias patadas y dar otras tantas. De hecho, nado más 'dentro' del grupo y eso se paga. O, mejor dicho, se cobra.

Pese a que dudaba si usar las gafas oscuras o las claras, porque el sol salía y se ocultaba entre las nubes, al final, ya con las gafas de espejo, y metido en el agua, las nubes ocultaron el sol definitivamente. Con todo, se veía bien. Además, parece que el antivaho con que rocié los cristales funciona perfectamente.

Cuando quiero darme cuenta estoy rodeando ya la primera boya. Estoy yendo bien, con calma, pero sin ser el último. En el giro aprovecho para mirar y veo que al menos una docena de nadadores van detrás de mí. Estupendo. Es una novedad comparada con el primer triatlón, donde iba casi último y cada poco tenía que pararme para mirar dónde estaba. Ahora lo hago sin necesidad de parar y además no estoy nada cansado. El tramo entre la primera y la segunda boya, el que es perpendicular a la forma de la dársena, es el más corto, así que nada más girar ya se ve la siguiente boya, lo que anima a seguir nadando. Pese a que sólo llevo un gorro, no tengo frío. Y, al contrario que en Bermeo, donde el agua sí estaba realmente fría, siento los pies y las manos. Es en ese momento cuando soy consciente de que tampoco estoy tragando agua.

Después de la segunda boya se pasa por una zona más estrecha. Más entrenida, bajo un puente y junto a un pesquero. Luego hay que separarse del muro del muelle para afrontar la rampa de salida por el único lugar cómodo de subida. Apunto hacia allí (hay una boya pequeña para ayudar a situarse), bajo la cabeza y me concentro en las últimas brazadas. Toc. Me choco con la boya pequeña. Ya es mala suerte, yo que no suelo nadar en línea recta ni a tiros.

Salgo del agua en buen estado, ayudado por un voluntario, y soy capaz de irme quitando la parte superior del traje mientras corro hacia la bicicleta. Adelanto a varios competidores que realizan el trayecto tambaleándose y, por primera vez, acierto con la bici a la primera. Me quito el traje de agua sin mayores complicaciones, me pongo el reloj de pulsera (para tener pulsómetro y gps en el tramo a pie), gafas, casco, dorsal y a pedalear.

El recorrido es bastante llano. Salvo por el tramo en el que hay que remontar una calle paralela a la costa (Capitán Mendizabal), a la que se accede tras cruzar las vías del tren. A partir de ahí, por la carretera hasta meterse en el Puerto, por donde se vuelve ya a través de un llano. 
 
He llegado bien a la bici y me siento con fuerzas, así que aprovecho para ir tirando desde el principio. Algunos de los que adelanto se me colocan a rueda. Aprovecho los repechos para atacar. Quien quiera ir conmigo, que dé relevos, pienso. En la primera vuelta recupero bastante posiciones. Miro la media: 33 kilómetros por hora. Está bien. Después del segundo paso por el repecho de Capitán Mendizabal veo que no llevo a nadie pegado, y sí a un grupito de cinco corredores. Aprovecho la cuesta abajo hacia el puerto para tirar y, tomando la rotonda un poco de aquella manera, me coloco a su rueda. Ahora toca recuperar en el tramo llano del puerto.

Mantenerme a cola del grupo no me supone mucho esfuerzo, y, en lugar de atacar, me dedico a preparame para descabalgar más rápido que mis rivales. Aprovecho para sacar los pies de las zapatillas con tiempo: quito la tira de velcro y coloco el pie sobre la zapatilla en lugar de dentro de ella. Quizás demasiado pronto, porque lo hago a casi un kilómetro del final. Me he confundido y cuando he visto una valla pensé que estábamos ya llegando. Con los pies sueltos y a todo trapo, pasar los badenes es, digamos,  divertido. Al final, todos en el grupo en el que iba se paran para bajarse de la bici. Yo me bajo en marcha y aprovecho para adelantarlos. Además van andando a dejar la bici. Corro con ella cogida del sillín y paso a otro par de corredores. Ya no me alcanzarán.

El recorrido es a la orilla del puerto. Un ida y vuelta hasta un espigón marcado con conos. Prácticamente llano. En él se ve a los corredores a bastante distancia. Además, te cruzas con los que van delante de ti. El público anima desde las terrazas. Son dos vueltas, pero en ningún momento veo ninguna cinta en el cuello de los que me cruzo. Por el ritmo al que van algunos me extraña que no estén ya en la segunda vuelta.

Completo la primera vuelta después de adelantar a varias chicas y a otro par de corredores. Me entregan una goma de pelo negra para colocar en la muñeca como prueba de que he completado la primera vuelta. Ahora lo entiendo. De todas formas, es muy difícil apreciar en marcha quién está en la segunda mitad del recorrido y quién en la primera.

La entrada a meta se hace por la pista de atletismo, con el arco de meta situado en una de las rectas. En el último kilómetro me siento con fuerzas y acelero. Pero no hay nadie a quien adelantar. Miro hacia atrás. Nadie me sigue de cerca. Justo antes de llegar a la pista veo a un competidor delante de mí. Quizás si aprieto puedo alcanzarle. He hecho el último kilómetro en 4:15, y desperdiciar ese esfuerzo sería una pena. Justo cuando me faltan dos metros para pasarle, ya dentro de la pista, se para de golpe. Le paso sin mirar atrás y acelero más. Entro solo en meta. Buf. No ha estado mal. El cronómetro de meta marca una 1 hora y 31 minutos, pero se puso en marcha con la salida de las chicas, así que he tardado en torno a una hora y dieciséis minutos. Está bien, muy bien. Estoy contento. Ahora sólo falta esperar a la clasificación.

Tiempos

Natación
20:05 (Puesto 128 de 151 finalizados; base 100: 84)

Sigo pensando que la distancia es mayor que en Bermeo. Aunque supongo que el tiempo está tomado tras acabar la primera transición, con lo que habría que añadir además el trayecto del puerto hasta los boxes. De todas formas, supongo que en Bermeo cronometrarían igual y me cuesta creer que tardara más que en la anterior prueba.

Ciclismo
34:56 (Puesto 83 de 151, incluye la T3; base 100: 55)
33:38 (18,65 kms. según mi gps): 33,3 km/h. de media

Carrera a pie
21:20 (Puesto 78 de 151; base 100: 51)
21:19 (4,77 kms. según el reloj: 4:28 de media)

Total 
1:16:21 (Puesto 102 de 151
BASE 100: 67

CONCLUSIÓN

Es la prueba en la que mejor he quedado. He nadado a gusto, sin que el tramo se me hiciera largo, con lo cual voy mucho más tranquilo a San Sebastián. Sigo siendo de los últimos, pero he sido capaz de levantar la cabeza para ir controlando el trayecto mientras nadada, y en ningún momento la fatiga me ha obligado a deternerme.

El sector ciclista era propicio a mis características. Eminentemente llano y rodador. Además, es bueno para la moral ir adelantando gente según sales del agua. Por primera vez, además, he logrado descolgar a gente a voluntad en las subidas y luego conseguir que no me cogieran en el llano. Me siento orgulloso además de haber sabido guardar fuerzas a rueda en el último tramo. A los cinco ciclistas con los que he llegado los he adelantado entre la línea de desmontaje y el box. Luego no han sido capaces de alcanzarme. Es una de las ventajas de bajarse en marcha. Por contra, aún no me he atrevido a montarme con las zapatillas puestas en los pedales. Eso quedará para la próxima temporada, porque no creo que el próximo triatlón sea para hacer experimentos. De todas formas, tampoco creo que pierda mucho tiempo por hacerlo así. Sí que se gana, por contra, bajándose rápido de la bici.

En la carrera a pie he corrido al ritmo que me había propuesto, a 4:30, sin que supusiera un esfuerzo insufrible. Quizás podría haber apretado un poco más, pero el no tener a nadie delante a quien perseguir lo hacía un poco menos atractivo. Ahora me toca pensar si intentar mantener ese ritmo como objetivo para San Sebastián ¿Empezar fuerte y resistir luego o salir a 4:45 y tratar de apretar al final? Ese es el dilema.

Creo que casi la mitad de los puestos que recuperé (26 en total) desde la salida del agua hasta la meta fue en las transiciones, y en especial en el trayecto desde la salida del agua hasta la bici y de la línea de desmontaje a las zapatillas de correr.

PS.

El neopreno me ha hecho una rozadura considerable en la nuca. Tengo que ajustarme mejor el cuello y darme antirrozaduras con más diligencia. Está visto que sin ayuda aún no sé cerrarme el traje bien, porque en Bermeo no me rozó nada. La próxima vez, si no está Julia, hay que pedir ayuda. O puede que la rozadura fuera por levantar la cabeza para avistar, cosa que no hice en el primer triatlón. 

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