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lunes, 17 de agosto de 2009

En ruta: Bilbao - Gijón (324 kms.)


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Una semana después del viaje por los Pirineos (cuya crónica ha ido publicando Supergiulia, autora de las fotos, en su blog), recortado por motivos que ahora no vienen al caso, volvimos a subirnos a lomos de Antígona, esta vez para recorrer la costa cantábrica entre Bilbao y las Rías Bajas. La idea, básicamente, era ir por la costa y volver por el interior, aprovechándonos además del alojamiento gratuito y familiar en Santander (a la vuelta) y Gijón. De esa forma, reservando sólo un par de noches (en Villalba y Cambados) nos apañaríamos para organizar un recorrido.

Para empezar, habíamos olvidado el libro para mi tía y también la cámara de fotos que Supergiulia lleva colgada al cuello. Vamos, que al final tuvimos que volver a pasar por casa después de haber repostado a las afueras de Bilbao. Llovía pero poco, al menos al principio, pero peor fue nuestro instinto para detectar los atascos. Habíamos elegido alejarnos de casa por la autopista (es un tramo que conocemos perfectamente y queríamos explorar nuevas carreteras cuanto antes). El caso es que la A-8 estaba colapsada tanto a la altura de Laredo (optamos por atravesar el pueblo por la nacional, pero fue peor el remedio que la enfermedad) como de Santander (habíamos pensado, erróneamente, por supuesto, que sería más rápido no abandonar la autopista). Es lo que tiene lo de las vacaciones en agosto, supongo.



La N-634 se convierte en la Puebla Vieja de Laredo en una calle de un solo carril

Pero el verdadero viaje comenzaría después, cuando nos salimos a la altura de Santillana del Mar para ir siguiendo la costa cántabra, más al norte aún que la N-634, esa carretera que pasa a unos cientos de metros de la casa donde vivimos en Bilbao. Atravesamos la ría de La Rabia y también la Capitán, y así llegamos a San Vicente de la Barquera después de haber atravesado Comillas. No nos detuvimos en ninguno de estos sitios porque ambos los conocemos bastante bien. Teníamos ganas de llegar más allá de San Vicente, zona que por la costa conocíamos menos.

El trayecto, en los primeros días, consistía básicamente en ir superando rías, estuarios y así avanzar hacia Poniente. Tras pelearnos con carreteras que desaparecían fagocitadas por autopistas y pequeños puentes que pronto caerán, y tras seguir un desvío que no estaba exactamente previsto, llegamos a Colombres. Allí comimos unos bocadillos en una terraza y empezamos a apreciar una de las bendiciones de la gastronomía asturiana: su precio, rematadamente bajo para lo que estábamos acostumbrados. Sólo trescientos kilómetros detrás, los pinchos son pequeños y de pago y los zuritos (cañas de cerveza pequeñas) cuestan más que los botellines grandes.

Bajamos de Colombres hacia la carretera de la costa para asomarnos al mar por Pechón. La carretera que remonta la ría de Tina Mayor desde Unquera hacia su desembocadura debería ser enmarcada y conservada así para siempre, pues uno avanza entre suaves curvas, a la sombra de un bosque, mientras deja a uno de los lados -visto con una perspectiva que deja sentir su amplitud- el estuario que separa Cantabria de Asturias.



Seguimos el curso del estuario hasta llegar a un mirador con estas vistas

Llegamos a Asturias

La Autovía del Cantábrico a veces existe al margen de la N-634 o la 632, más humanas, y en otras ocasiones es la única opción, superpuesta a las nacionales. A veces, no existe, y entonces el tráfico que cruza la cornisa cantábrica se concentra en un solo carril por sentido. Nosotros, siempre que podemos, optamos por la carretera nacional, ese tipo de carretera que aún pasa por los sitios, aunque las travesías de los pueblos te obligen a bajar la media de velocidad considerablemente. Viajando por ese tipo de carreteras, tiene uno la sensación de recorrer un paisaje, no de teletransportarse de un lugar a otro.

Pero en ocasiones no queda otro remedio que tomar la autopista. Entonces, agachamos la cabeza, levantamos la vista y aprovechamos para avanzar rápidamente, observando como decrece la distancia al lugar de destino. Hacer kilómetros por autovía nos permite recuperar el tiempo tomando desvíos que no están en las indicaciones que llevo manuscritas en el sobre transparante de la bolsa sobredepósito. Así visitamos Lastres o nos sentamos a disfrutar del sol en un chiringuito de la playa de Rodiles, cerca de Ribadesella.

Como vamos con adelanto (y a la casa que nos acoge no podemos llegar con una premura desprovista de cortesía), nos desviamos y subimos el pequeño alto de La Campa (400 m.), todo ello después de asomarse a la verja de San Juan de Valdediós (que está en pleno proceso de rehabilitación, cerrado por tanto) y antes de llegar finalmente a Gijón por El Infanzón y Somió para hacer acopio de recuerdos familiares.


Una de las carreteras que lleva a San Juan de Valdediós


San Juan visto desde la verja

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