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martes, 24 de abril de 2007

Martín Santos lo haría mejor


Hay paseos tan pensados con precisión casi draconiana, tan planeados como los equilibrios de un purasangre aburrido, tan insolados como un faro argelino, tan reflexivos como las puntas de unas zapatillas esquivando ranuras, tan falsamente torpes como un bailarín con resaca, tan preparados por urbanistas, ingenieros o arquitectos, tan despoblados de árboles con solera, tan inútiles como una ría cosida por puentes, tan lejos de parques y de sombras, tan faltos de terrazas, floristerías o quioscos que no provocan un beso de despedida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi sin embargo me trae buenos y malos momentos.
Recuerdo largos paseos por la orilla, disfrutando de una buena compañia, aunque tambien intentando olvidarla...

mc clellan dijo...

Los médicos dicen que pasear es un ejercicio cardiosaludable. Desde luego, bueno para el corazón es, aunque no haya terrazas, ni floristerís, ni quioscos...

Melpómene dijo...

Hombre, tiene su encanto -anochecer de verano en bicicleta- aunque desde luego no son unas ramblas foreadas, con cafés, músicos callejeros y estatuas humanas.