Contra todo pronóstico no sirven para incendiar los edificios:
sirven básicamente para hacer el amor en la epidermis de los rascacielos,
también para escribir modernas églogas de vecinos y voyeurs,
para jugar a guardas jurados y ladrones de labios
(con esas atracadoras que, lencería en mano,
nunca te piden el beso o la vida
y si dudas al contestar pierdes primero el beso y luego la vida);
nunca te piden el beso o la vida
y si dudas al contestar pierdes primero el beso y luego la vida);
Baco en Nueva York recolecta semáforos maduros
mientras Venus picotea los verdes...
7 comentarios:
A preguntas absurdas, respuestas con mucho sentido. Grande.
-Una sonrisa grande- El juego que dan cosas que pasan desapercibidas. Encantado me ha.
Mira que han pasado horas desde que lo leí, pues todavía sigue bailando en mi cabeza... Por cierto, esa Venus tiene buen gusto ¿no?
¿Que si tiene buen gusto? Me consta.
Jajajaja. Buena respuesta. A mí me decían que para escribir algo bueno había que tener claro cómo eran los personajes.
El que mejor lo resume es Guelbenzu, al que escuché en una conferencia que no soporta a esos escritores "calzonazos" que dejan que los personajes tomen vida y campen por las novelas haciendo lo que a ellos les parece. Conviene recordar quién manda. Al menos a los personajes.
Yo también se lo oí a Guelbenzu...
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