Instagram

lunes, 29 de noviembre de 2004

¿Almarios con patas?

Gracias a un comentario de Carol Blenk en el que se preguntaba sobre la existencia del alma, he recuperado de un rincón apolillado del disco duro un viejo cuento. Como va sobre lo mismo, pues ahí queda:

STAIRWAY TO PARADISE

Veintitrés miembros de la secta Stairway to Paradise, con domicilio fiscal en Madrid, se quitaron la vida la semana pasada inhalando un extraño gas, desconocido hasta el presente. Los suicidas, convencidos de que el fin del mundo estaba próximo (lo que tampoco parece una revelación tan meritoria), decidieron adelantarse a éste para asegurarse así un puesto en el Más Allá, que en breve se vería superpoblado y con problemas de espacio (el cielo de la Fama no es muy grande, cuantos más entran en él a menos tocan cada uno de ellos, decía Unamuno, y, por lo visto, con el cielo de la muerte debe de suceder lo mismo).

El Gran Maestro había enviado una circular a todos los miembros de la secta, repartidos por casi todas las provincias del país (no había, por ejemplo, ningún miembro de Teruel, pero yo siempre he sospechado que, salvo Los Amantes, que están muertos, no queda nadie en esa provincia). En ella se citaba a los iniciados en la capital para trata un importante asunto en asamblea. La reunión tuvo lugar un miércoles (en la secta Stairway to Paradise los miércoles gozaban de una inquietante importancia) en un pequeño local alquilado en el Palacio de Exposiciones y Congresos. El Gran Maestro, ataviado con una rutilante túnica de color púrpura, expuso los complejos cálculos que le habían llevado a la detección del Fin del Mundo. Allí mismo se quitaron la vida con una sencilla ceremonia (sobre todo si la comparamos con la boda de alguna vecina ostentosa): se colocaron en círculo con el Gran Maestro en el centro y, por riguroso turno y orden jerárquico, fueron aspirando el gas nocivo con un inhalador.

Las almas partieron hacia el Más Allá desde el propio Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid, España, Unión Europea.

La noticia causó el habitual revuelo en estos casos. Todos los periódicos locales, y muchos nacionales, incluyeron la noticia en primera plana, siempre ilustrada con una llamativa fotografía en la que se podía ver la disposición circular de los cadáveres de los veintitrés suicidas de Stairway to Paradise.

La trascendencia del caso hizo que se encargaran de él investigadores del Ministerio del Interior (toda una garantía, por tanto). El inspector Zaldívar fue nombrado principal responsable de las pesquisas. Junto a él debía trabajar el doctor Llamazares, reputado forense del Instituto Anatómico.

La autopsia colectiva se celebró (curiosa acepción del verbo) en una de las salas del Instituto Anatómico Forense. La dirigía el citado doctor Llamazares, auxiliado por una becaria en prácticas, Marta Fernández, una chica morena y menuda, de ojos azules, recién licenciada en Medicina. El doctor Llamazares había escarbado en las vísceras de los cadáveres durante más de ocho horas. Parecía cansado. Marta Fernández lo había acompañado durante todo el día, ayudándolo en todo aquello que había necesitado. Había sido también la encargada de preparar los cuerpos y realizar las primeras incisiones. Mientras cosía el último cadáver vigilaba los movimientos del doctor Llamazares, que paseaba nervioso por toda la sala, quitándose y poniéndose los guantes de látex.

-Es increíble -decía. -Increíble -repetía el forense.

-¿Qué es increíble?

-Llevo todo el día buscando en estas vísceras y no he encontrado ni un solo resto de alma, tal como había anunciado el gurú.

2 comentarios:

Carol Blenk dijo...

Va a ser entonces verdad que sí tenemos alma, ¿no? Sinceramente, casi que prefiero imaginar que tengo un alma chiquitita agazapada en un rincón del cuerpo. Mejor eso que no tener nada...

(Bonito cuento, gracias por compartirlo)

Gonzalo dijo...

O no. Es lo bueno, que no necesitamos que exista realmente. Basta con utilizarla, pero sólo si queremos...