Tus ídolos se lanzan
en el último sprint
cuando ya no queda
nada que ganar
Quique Gónzalez
(Viejos capos, del disco Delantera mítica)
Ya sospechaba yo que la meteorología no me iba a permitir abandonar el look de cabaretera (camiseta o mono sin mangas y manguitos) en el último duatlón de la temporada, el de Bilbao. Y, efectivamente, asi fue: la mañana de la carrera había una temperatura de menos de diez grados y unas nubes grises y compactas como panes de maíz surcaban el cielo empujadas por un viento constante que barría el norte desde el noroeste. Sólo nos libraríamos del agua si la carrera coincide bajo uno de esos claros deslumbrantes en los que la luz repentina se refleja en los charcos y en las superficies brillantes por la humedad.
Y así me pasé yo la mañana antes de la prueba, colocando en la montura de las gafas los cristales claros y, diez minutos después, los oscuros según pasaba cada frente. En ese momento era ya consciente de que llegaba un poco pasado, con las piernas en absoluto descansadas y más pensando en el primer triatlón (el fin de semana que viene) que en este último duatlón. ¿Pero cómo no participar en una prueba cuya salida está a cinco minutos en bici de casa y cuyo recorrido a pie es el que hago cuando salgo a trotar con Julia?
Afortunadamente toda la parte organizativa, salvo los boxes, está resguardada, ya que se encuentra en la pista de patinaje alojada bajo el Puente Euskalduna, y la organización -no en vano a cargo del club deportivo de la policía municipal- es excelente: en ningún otro recorrido ciclista me he sentido mejor protegido del tráfico, con carriles claramente segregados por conos y voluntarios u organizadores marcando claramente los desvíos. Un diez en ese aspecto.
Recojo el dorsal y, tras darme unos paseos por la zona para hacer tiempo y pasar por el baño público, entro en boxes a dejar la bici y preparar la impedimenta: llenar la botella de agua y gel (llevo un recipiente que permite beber a voluntad gel o agua según se desee, muy cómoda para utilizar encima de la bici, ya que no se necesita ninguna distracción diferente de la de beber), colocar las zapatillas (todavía al pie de la bici), el casco, una marcha cómoda engranada...
Después, apuro el tiempo para no quitarme la chaqueta hasta el último momento, y dejar la mochila en el guardarropía, pues hace bastante frío, aunque no parece que por ahora vayamos a mojarnos.
Primer sector
Calentando |
En la pasarela Zubizuri, mitad del primer sector |
20:19
Puesto 158 de los 191 que finalizaron
Segundo sector: ciclismo
Principio del sector en bici |
La subida comienza en el túnel, y acabamos siendo un grupo de una media docena que se une y separa según los tramos. Voy encabezando el grupo la mayor parte del tiempo, pero subo controlando el ritmo que quiero llevar, sujeto en la parte baja del manillar frente a un viento que sopla de cara. Se me escapan al final de la subida, en lo más duro, cuando dejamos la autovía para coger la carretera de Artxanda, pero volvemos a unirnos gracias a otro par que llega por detrás en la parte alta de ida, que pica muy poco hacia arriba. Después de dar la vuelta, ya con perfil favorable, volamos hacia Bilbao. Disfruto de un trazado muy familiar para mí: es la carretera que recorro con la moto camino del trabajo cuando hace buen tiempo.
Y se desata la tempestad: llueve con fuerza y las rachas de viento zarandean las masas de agua delante de nosotros. No importa. Seguimos a lo loco. En esta zona el trazado es fácil, sin apenas curvas. Las gotas de agua se amontonan en los cristales de las gafas, pero algo se ve. Me escapo sin esfuerzo, sin habérmelo propuesto, sólo con pedalear a mi ritmo colocado sobre los acoples, pero a un par de kilómetros vuelve a alcanzarme el grupo, ahora más numeroso. Me mantengo a cola, teniendo incluso que frenar para no incrustarme en el pelotón, preocupado por la parte de descenso más técnica: dos curvas y un desvío, pero que con la carretera mojándose me dan cierto respeto. De todas formas, en esta parte, llueve menos y con el aire que hace apenas se está mojando el asfalto. En el desvío hay hasta balas de paja cubriendo los postes de los guardarraíles.
Sigo a cola del pequeño pelotón sin saber que por el sitio que bajamos (dirección Erandio) hay luego que volver a subir hasta Enekuri. Y ahí el grupo se me escapa unos diez segundos o menos. Los mantengo a distancian sin esfuerzo en la bajada, ya pensando en que en breve tocará bajarse de la bici. Pedaleo ya muy suavemente, lo justo para que no se me escapen más, para llegar con calma a la transición. En cualquier caso, con el desarrollo que llevo, 50-12, aunque quiera tampoco puedo pedalear. Estamos bajando a más de 65 km/h. En cualquier caso, sé que esa distancia es recuperable en la carrera a pie.
A la hora de bajarme de la bici, tras sacar el pie de la zapatilla, el velcro se me engancha en el calcetín y no me deja pisar sobre la zapatilla para desmontar. Unos segundos de incertidumbre y consigo pisar sobre el pedal, con la zapatilla del revés ¿Se me resbalará el pie al pasar la pierna por encima del sillín? ¿A ver? Siento la cala bajo el pie y el apoyo parece firme. Al límite de la línea de desmontaje consigo bajarme y correr descalzo hacia el lugar donde dejar la bici. Con los nervios de la bajada ni me acuerdo de parar el cronómetro de la bici ni veo si adelanto a alguien o no en la transición. Salgo a correr y punto. Está lloviendo con ganas y ni sé desde hace cuánto, porque creo recordar que en la bajada de Enekuri no llovía ¿O sí?
48:27
Puesto 155 de los 191 que finalizaron
Ya después de haber hecho el tercer sector bajo la lluvia: en la camilla de masaje |
Ya queda solo la entrada en meta. El reloj del arco hinchable marca 1:36 ¿Tan mal he ido? Vale que no he corrido tan rápido como en Santander, pero la bici se me ha pasado rápido, y aunque tenía un tramo más o menos largo de subida, a la vuelta hemos venido realmente rápido. Entonces no era aún consciente de que el crono se había puesto en marcha con la salida femenina, y que el mío sería en torno a 1:21, algo mucho más razonable.
Ya en meta, y después de haber cogido la bici y encontrado a Julia, disfruto de un masaje reparador a cuatro manos. De todas formas, a esas alturas, ya sospechaba que, por mucho masaje que hubiera, no iba a ir a la marcha Pedales de Hierro en la que estaba inscrito. De hecho, ahora, en lugar de estar pedaleando por los montes de Trapaga, estoy escribiendo esto. Y las piernas, bueno, las piernas están ahí. Vamos, que las noto, y no debería.
11:18
Puesto 146 de los 191 que finalizaron
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1:20:04
Puesto 165 de los 191 que finalizaron
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