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miércoles, 2 de abril de 2008

Será la semana que viene, entonces.



Os habréis dado cuenta de que últimamente no publico tanto en el blog como antes. Por supuesto: hay explicaciones. Apenas tengo tiempo, sobre todo porque estoy metido en una vorágine de carnés de conducir que espero que acabe pronto, sobre todo porque tengo la moto ya pagada y esperando en el concesionario, así que podéis imaginar lo que me ha fastidiado lo que os cuento a continuación.

Parte del día: en lo meteorológico más de lo mismo. Vamos, horrible. Desde que pagué la entrada de la moto no ha dejado de llover más que un día en Bilbao -un sábado precioso, por cierto-. Pero el caso es que el día del examen además había un viento racheado bastante considerable. Es lo que dice en el manual: racheado y lateral, lo peor para ir en moto. Doy fe. Sobre todo si se trata de pasar una gimkana (¿cómo coño se escribirá? ¿yinakana?, ¿gimkana?, gincana? Bueno, esta última será si te clarean las sienes bebiendo ginebra) absurda. Una prueba absurda, decía, de hacer zig-zags entre conos a cinco por hora, pasar por encima de una plancha de veinte centímetros de ancho (veinte centímetros de verdad, de los pequeños) y cosas así. El caso es que la hora de prácticas -ensayos en un circuito similar al del examen- la pasaba esquivando conos y pensando qué tal se conduciría una moto con un mono de neopreno.

A las once, todos a la pista de examen. Sólo otro chaval y yo nos examinábamos del A1 (el de motos de 125 cc.), así que, hala, a empezar. ¿Adivináis a quién le tocó el primero con todo el mundo mirando para ver cuánto resbalaba el asfalto y cómo agarraba la pintura amarilla de la chapa? Pero qué listos todos. Efectivamente, a un servidor.

Allá vamos -venga, todos a ritmo de chiki-chiki-: uno, el zig-zag. Bah, sin problemas. Además, está más llano que en la pista de prácticas y quizá algo más resguardado del viento; dos, el trébol. Una secuencia en la que rodeas unos palos y hacer unos 'ochos'. También sin problemas; tres, la plancha. Maldición, el giro es mucho más cerrado que en la pista de prácticas. Cuando me quiero dar cuenta, me he ido largo (como Capirossi cada domingo, aproximadamente, para que os hagáis una idea de cuán largo me fui), pero sin llegar a tocar la raya que marca el límite. En ese momento sé que es muy difícil acertarle a la plancha. Con todo, entro en ella, pero escorado. Intento mantener la línea recta con un golpe de gas a medio embrague, pero a un metro del final me salgo por la derecha. Veo entonces que el examinador me hace gestos. Bueno, será a la próxima, el martes que viene.

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