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sábado, 29 de septiembre de 2007

Menudos pájaros están hechos

No hay que ser muy perspicaz para saber dónde estuve el viernes entre las diez y las doce de la noche. Efectivamente, en el concierto de Serrat & Sabina. Una vez en el albero -embarrado a conciencia- me di cuenta de que, pese a ser fan confeso de Sabina- me hacía más ilusión escuchar a Serrat. Quizás porque hacía tiempo -muchos años- que no lo veía en directo, mientras que al madrileño (que es tan madrileño que ni ha nacido en Madrid), lo sigo con más frecuencia.

Al margen de la nefasta sincronización del sonido -por momentos parecía un playback mal hecho- y la teatralidad peloteril de ambos, salí contento del concierto. Contento y con algo de dolor de garganta, como tiene que ser.

Como el repertorio debía encajar con la banda, y no era cuestión de dejar a uno de los dos compuesto y sin público, tampoco había tanto donde elegir. Bueno, eso, y que ya tienen una edad, no nos engañemos. Quiero decir que no fue exactamente maratoniano, ya me entendéis.

El caso es que tocaron lo imprescindible -salvo, quizás, Calle Melancolía-, canté, bailé y me encontré con esa gente que en Bilbao parece invisible y sólo sale a luz -artificial, por supuesto- en fiestas de guardar.

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