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martes, 24 de julio de 2007

Con los ojos cerrados

A veces, cuando me miras y finges no llorar,
cuando aspiran tus pupilas lágrimas incoloras,
me besas con los ojos cerrados
o despliegas los párpados a destiempo.
Es cuando suena el teléfono
y eres consciente de golpe:
parece que llueva en la calle, ya anochece
y es muy tarde para frenar este beso.
Vuelves a cerrar los ojos fuerte
-morderías si pudieras con tus pestañas nimias-.
La felicidad era así, te dices, supongo,
antes de pensar en desnudarte.

2 comentarios:

mc clellan dijo...

Desnudarse sin quitarse la ropa -y aquí pausa para escuchar a Sabina- es lo más difícil que puede hacer una persona. Casi tanto como frenar un beso. Por eso me parecen tan bellas las imágenes de ancianos que se despiden en el metro como si tuvieran quince años, sólo que con seis décadas por encima, desafiando una salud de hielo, donde cualquier emoción tiene el mismo efecto que el CO2 en el ozono. Fotografías en perspectiva casi imposible porque escupen a la cara de quienes las ven -o las miran- que todavía a esas edades hay cosas por decirse y no, y que una mirada basta para cambiar el signo de una cuenta.

marta dijo...

Y hay miradas que hacen que hasta el hueso más minúsculo se retuerza.