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martes, 19 de octubre de 2004

Dinamo de Kiev


Acabo de oír una historia en la tele realmente horrible y fascinante. Kiev, capital de Ucrania, era la sede de uno de los equipos de fútbol más potentes durante los años veinte del pasado siglo. No en vano, Ucrania, con sus extensas llanuras, ha sido siempre el granero de Europa, y tierra de paso entre occidente y oriente. Durante la segunda guerra mundial, Alemania invadió Ucrania, y miles de ciudadanos de la capital se refugiaron en el estadio del Dinamo, una de las construcciones más robustas de la ciudad.

Hasta aquí, todo normal. Pero el caso es que, como si de Evasión o victoria se tratara, los alemanes, en vista de que la ciudad ofrecía mucha más resistencia de la prevista, retaron a los futbolistas ucranianos a un partido de fútbol. El equipo alemán lo componían aviadores de la Luftwaffe. El árbitro, por supuesto, era también alemán, y no precisamente casero, porque antes del pitido inicial advirtió a los jugadores ucranianos que si perdían el partido, vivirían para contarlo. Pero los futbolistas del Dinamo golearon a los alemanes y, después del partido, fueron fusilados.

1 comentario:

Haiduc dijo...

Me ha recordado a lo que le ocurrió a mi abuelo en la guerra civil, encerrado preso en el campo de fútbol del Sardinero.

Pudo fugarse con otros la noche antes de que fusilaran a todos.

Otros decidieron quedarse confiando en la palabra del mando del bando contrario, quien les aseguró que serían tratados con dignidad.

De aquella decisión de mi abuelo (me quedo o me arriesgo), pudo nacer mi madre, y de ella yo. Cuántos otros murieron y cuántos otros nunca nacerán.

Malditas sean las guerras y quienes las hacen.